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Protesta global contra el “exilio forzado”

8 de abril 2013

Manifestación del día 7 de abril en Madrid. Página de Juventud Sin Futuro.

En España, segundo país con más paro de la Unión Europea, hay un dato que las estadísticas, tan utilizadas por líderes y analistas como herramienta para medir la crisis, no contemplan: el de las personas emigradas. Un drama que cada vez va teniendo más atención mediática. Con el lema “no nos vamos, nos echan”, la asociación Juventud Sin Futuro ha realizado una campaña de visibilización de los casos de los jóvenes forzados a inmigrar debido a la crisis y la falta de oportunidades laborales, con manifestaciones convocadas este pasado domingo día 7 de abril en 22 ciudades distintas.
 
Manifestación en Berlín. Página de Juventud Sin Futuro.
Como explica en su página web, y según datos del INE, en España, con la tasa de paro juvenil más alta de la Unión Europea el 91% del empleo destruido en los últimos cuatro años es de menores de 35 años. Actualmente, 374.600 jóvenes (de hasta 29 años) con formación superior se encuentran en paro.
Eso, sumado al aumento de las tasas educativas, a la imposibilidad de adquirir una vivienda y a las secuelas de la reforma laboral, hace que la emigración sea la salida última -en todos los sentidos- a la que recurren miles de jóvenes hartos de no poder prosperar. El número de españoles residentes en el extranjero ha crecido un 5,5% desde el inicio de la crisis hacia 2008. Muchos, no mayores de 35 años.
Y, ¿qué han hecho los políticos ante este panorama? En la página de JFS, leemos:

<<La única alternativa al paro es la precariedad: el Gobierno opta por la flexibilidad y la temporalidad de los contratos. Pero la temporalidad ya no es algo temporal y l@s jóvenes encadenan este tipo de contratos como norma. No se trata sólo de una nula estabilidad laboral, sino de una falta de independencia que elimina del horizonte cualquier proyecto de vida estable y convierte a l@s jóvenes español@s en personas dependientes de sus familias.>>
 
Manifestación en París. Página de Juventud Sin Futuro.
Ponerle cara a unas cifras
Con el objetivo de hacer visible esta situación, JSF ha llevado a cabo una original campaña: la recogida de cientos de testimonios de gente emigrada en un “mapamundi de la protesta”, donde cada punto amarillo del mapa representa a un exiliado laboral que cuenta su historia. A través de estas experiencias podemos visualizar otro mapa distinto: el de la situación en la que se encuentran miles de jóvenes españoles frente al porvenir. 

En efecto, uno de los principales problemas son las pocas expectativas laborales y la inestabilidad laboral frente a las que se ven los jóvenes. En la página encontramos personas que achacan su exilio a que “hoy tienes curro, mañana igual no” y testimonios como éste, desde Cataluña, que resumen bien la situación de muchos: “Con una carrera casi terminada, las únicas ofertas de trabajo que encuentro son puestos de trabajo con inestabilidad salarial, sin salario base y en ciertas ocasiones sin seguro. En cuanto a contrato en prácticas, olvídate de remuneración”.
El precio de la vivienda hace también que muchos jóvenes no consigan emanciparse, lo cual, sumado a la inactividad del paro, genera aún más frustración. “Me voy a Londres porque llevo dos años estancada en España sin encontrar trabajo de ningún tipo y mantenida por mis padres”, dice una inmigrante; otra añade: “Estoy haciendo un voluntariado europeo en Turquía para malvivir, pero de esta forma no estoy mantenida por mis padres, que a su vez están mantenidos por mi abuela”. El sentimiento lo expresa muy bien una exiliada en Reino Unido: “Después de dos años vagando entre trabajos basura, si tenía suerte, viéndome como una persona dependiente e incluso inútil muchas veces, decidí que necesitaba cambiar el rumbo”.
Un tercer elemento para la frustración es el de que la mayoría de los jóvenes con estudios superiores no encuentran trabajo relacionado con su profesión. Normalmente desempeñan empleos para los que están sobrecualificados. Una chica describe su currículo: “Una licenciatura, un máster. Dos oposiciones aprobadas. Días trabajados: 0”. Desde Alemania, cuentan: “En Madrid, tras una carrera, un máster y varias becas lo único que conseguí fue un contrato temporal en la Administración del Estado, realizando unas funciones rutinarias y sin ningún tipo de motivación o reto”. En ocasiones, las prácticas de contratación de las empresas no benefician a los recién licenciados, como cuenta otro testimonio: “No nos quieren doctorados porque por ley tendrían que pagarnos más. Es mejor tener becarios trabajando gratis...”. Otro describe una situación poco esperanzadora: “Pese a mi máster, a hablar cinco idiomas y chapurrear el árabe, pese a mi experiencia con Naciones Unidas primero y ahora con la AECID, sólo puedo aspirar a ir empalmando beca tras beca y así, hasta cumplir 32 que es la edad límite en la que uno puede estar pagado a través de becas”. 
Manifestación en Ámsterdam. Página de Juventud Sin Futuro.

Hay ámbitos especialmente castigados, como el científico. “Tras los recortes en I+D+I las posibilidades de trabajo en España en investigación son mínimas. Dudo que hubiera conseguido un puesto. En Alemania encontré un programa de máster y doctorado remunerado”. Un ingeniero lo suaviza: “Si bien es cierto que no nos falta trabajo en España, los salarios son precarios y las condiciones laborales abusivas”. “Terminados mis estudios en Ingeniería Técnica, Ingeniería y Máster, considero que Alemania ha invertido de manera inteligente en nuestro país, puesto que nuestro gobierno el que paga la formación y ellos los que se benefician”, opina un inmigrante español en Berlín.
No todos son parados: Algunos se exilian por miedo, precisamente, a perder el empleo, como leemos en testimonios como éstos: “Trabajaba para una empresa Suiza. Al acabar el proyecto a finales de año me dieron dos opciones: 1. Te vas a Alemania 2. Te vas a la puta calle. Así que, oye... ¡que estoy en Alemania porque yo lo he elegido!”. “Mi empresa me dio a elegir entre venirme a trabajar a Tanzania o irme al paro”. “En 2008 la empresa que trabajaba no pudo mantener los costes de call-center en España lo instalo en Colombia. Si quieres, vas; si no quieres, al paro con 50. Así que aquí estoy”.
Una crítica de arte da una interesante opinión sobre la filosofía productiva española frente a la extranjera: asegura que se marchó a Argentina “porque es un lugar en el que las palabras "escasez", "precariedad" o "falta de recursos" no son un límite paralizador si no un disparador de lucha y creatividad”.

Manifestación en Montevideo. Página de Juventud Sin Futuro.
Convertirse en inmigrante
 Con este panorama nacional, y por todos estos motivos, muchos se lanzan a la conquista del país desconocido, del trabajo “de lo que sea”. Los más comunes, empleos de au pair, profesores de español, voluntariados o becas… o bien camareros o limpiadores: lo que surja. Algunos han encontrado trabajo “de lo suyo”. Casi todos hubieran preferido no marcharse; prácticamente ninguno ve posibilidad de volver. “Acabo de llegar a U.K. trabajo de limpiadora”, cuenta una. “Este será mi medio para vivir y para pagarme unas clases de inglés. No tengo más planes”. Otros relatan las penalidades del exilio: “Me vine con una beca antes de que estallara la crisis y cuando finalizó, la empresa me contrató. He tenido mucha suerte pero aquí es difícil dejar ser un ciudadano de segunda”. “No dudé en aceptar dos trabajos para irme fuera. Pero no puedo pensar en formar una familia y darle un mínimo de estabilidad”.
La excesiva presencia de españoles también se refleja en algunos testimonios, como éste desde Chile: “Llegue a Chile hace mas de dos años, viendo lo que se venía. Al principio fue fácil, no había muchos españoles... pero ahora la cosa ha cambiado. Han llegado muchos españoles y las cosas no son nada fáciles para los que llegan”.
Manifestación en Vietnam. Página de Juventud Sin Futuro.
 ¿Y las condiciones laborales? ¿Mejoran, como dice el mito, fuera de España? Encontramos muchos casos que nos muestran, objetivamente, que las condiciones laborales son mejores fuera, especialmente para personas con buena preparación. Un científico en Noruega cuenta: “En mi caso me marché antes de llegar a una situación desesperada. La ausencia de futuro, de condiciones laborales óptimas para una carrera técnica de alta cualificación como la mía me hizo buscar ese futuro en otro país. Y Noruega me lo ha ofrecido en tan sólo dos meses”. “A pesar de tener trabajo en España, me fui porque en UK, trabajando de lo mismo que en España (ingeniero IT), con un horario mucho mejor (9-17:30), y mucho mejor ambiente de trabajo, cobro el triple (en limpio) que en allí”. Otro exiliado habla desde México D.F., “donde sí valoraron mi experiencia y preparación. Mi salario y contrato, no lo hubiera soñado en España ni desde antes de la crisis”. Incluso en lugares próximos y que no imaginamos: “Licenciado, un master y acabando un doctorado en Historia. Como en España ninguna institución pública me ha becado en los últimos años, decidí marcharme a Portugal. Paradójicamente, un país rescatado me ofrece mejores perspectivas de futuro que en España”.
Pero, para ser realistas y alejarnos de la imagen privilegiada que ofrecen programas como “Españoles por el mundo”, constatamos, mediante otras experiencias, que la precariedad no es producto español. Varios testimonios desde Brighton, al sur de Reino Unido, ya nos lo dejan claro:
“Trabajo limpiando un restaurante en el que me pagan menos del salario mínimo interprofesional y menos de lo que firmé en el contrato, no me tienen dado de alta y encima no tengo días libres”. “Al llegar aquí me he visto en trabajos sin contratos, mal pagados e incluso sin días libres. Ahora trabajo en dos empresas de limpieza (lo único que he encontrado pese a que tengo nivel de inglés) un total de 24 horas a la semana. En una de ellas me están pagando mal y no me tienen dada de alta pese a que hay contrato de por medio. Me da justo para pagarme la estancia aquí, pero de ahorrar nada”. Otro asegura “vivir en un piso precario, con un sueldo mas precario todavía y tener que dar gracias por mi situación porque las hay mucho peores”. Desde Alemania, o la “tierra prometida”, nos llega otro testimonio similar: “Mi situación laboral en España era nula, aquí es un minijob, o sea que cobro 450 euros legales al mes, no cotizo, me pago yo mi seguro médico”.
A pesar de todo, siempre hay quien se considera afortunado por “poder irse”: “Creo que no me he visto forzada a emigrar, ha sido una oportunidad más. Hay que destacar que los que emigramos es porque podemos, para nosotros existe esa opción, yo me siento una privilegiada versus gente que no tiene ni la oportunidad de poder irse...”.
 
Manifestación en Bruselas. Página de Juventud Sin Futuro.
La idea de regresar a España
Muchos miran a la crisis como una situación no pasajera. Hay Erasmus que prolongan su estancia, personas que se despiden de sus familias por tiempo indefinido. Generalmente, los jóvenes cuentan con la idea de poder ahorrar, mejorar currículo e idiomas y regresar, aunque algunos se muestran pesimistas. “Vine a Goiânia para hacer intercambio universitario en mi último semestre”, relata uno. “Cuando terminé la carrera decidí quedarme aquí. Meses después explotó la crisis. Quería volver, pero ahora no hay a lo que volver, pues eso significaría tener que vivir de mis padres”.
Desde Alemania, cuentan: “En Madrid no encontraba nada. Siempre me quise ir un par de años a vivir fuera y así lo hice. Es cierto que no me gusta pensar que tengo que quedarme obligatoriamente aquí durante muchos años para poder tener un futuro”. En Albania, o el país más pobre de Europa, cuentan: “Me encantaría volver, pero viendo los recortes brutales en el mundo de la educación, el precario panorama de la cooperación al desarrollo en lo cultural, más me vale quedarme un tiempo por ahí”. Una exiliada en Nueva Zelanda opina: “Me gustaría vivir esta experiencia como una decisión y no como casi un destierro”.
¿Dónde ha quedado entonces el “impulso aventurero” de los jóvenes al cual la secretaria general de Inmigración achacó la gran fuga de cerebros? Sin decir que éste sea una quimera, las declaraciones fueron polémicas porque, precisamente, ignoraron que el exilio no sólo es una nueva experiencia, sino que, cuando es forzoso, supone un drama frente al que los políticos se muestran muy insensibles. Algunos inmigrantes aseguran que querrían volver a España “si es que se puede o me dejan, que se echa de menos la familia, los amigos, los sitios donde salías y el calor de la gente...” Desde Brighton, una exiliada cuenta: “Dicen que me debo sentir afortunada porque llevo tres años haciendo un trabajo que sí está relacionado con mis estudios, pero yo no me siento afortunada; yo me muero por volver a casa”. Desde Londres, añaden: “Ahora me sobra el trabajo y el reconocimiento, pero me falta mi familia y mi hogar”.

Manifestación en Copenhague. Página de Juventud Sin Futuro.
Mitos y realidades de la inmigración
Por otro lado, el diario.es intenta dar la vuelta a los mitos en un artículo sobre la inmigración en el que asegura que “la imagen de un país que se vacía de sus ciudadanos mejor formados tiene más de leyenda urbana que de realidad”. Pretende, así, desmontar la idea que parece que los medios están empeñados en mostrar de la fuga masiva de españoles por culpa de la crisis… que es la idea que intentan dar políticos de países como Alemania o Reino Unido para justificar el recorte de ayudas a inmigrantes o frenar su entrada.

Según datos del Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE), el número de nacidos en España que se ha repartido por el mundo no llega a las 40.000 personas, cifra que generalmente se presenta inflada. Como dice Luis Garrido Medina en un artículo, “No hay tal éxodo de jóvenes españoles. Pero sí debemos recuperar a los más valiosos”.

Sea como sea, este domingo han salido miles de jóvenes a las calles en protesta de una situación cada vez más insostenible. Habrá que seguir luchando hasta que el exilio se convierta en un derecho y no en una obligación. 


Artículo de Diana Moreno



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